Gasto cardíaco y otros índices del trabajo del corazón (miocardio). El índice integral más importante de la función cardíaca es el gasto cardíaco, también denominado débito cardíaco (CO - Cardiac Output). Se define como la cantidad de sangre que bombea el corazón en un minuto. El gasto cardíaco depende de las medidas corporales y puede oscilar en los hombres entre los 4 y 6 litros de sangre y en las mujeres entre los 3 y 5 litros de sangre, en condiciones de reposo.
En condiciones de ejercicio físico, el gasto cardíaco puede quintuplicarse, es decir llegar a ser de 25 litros por minuto, e incluso más en un deportista bien entrenado. Cabe aclarar que lo anterior no significa que en condiciones de ejercicio físico, el organismo contará con 20 litros de sangre adicional, en el caso de que el gasto cardíaco en condiciones de reposo sea de 5 litros por minuto.
Simplemente son los mismo 5 litros de sangre recorriendo el circuito o ciclo cardíaco en menor tiempo.
El gasto cardíaco es el producto de multiplicar otros dos índices de trabajo del corazón: la frecuencia cardíaca (heart rate) y el volumen sistólico (stroke volume). Este último tiene relación con la cantidad de sangre que el corazón bombea en cada sístole.
Como se podrá observar en el siguiente cuadro, en condiciones de ejercicio físico, la frecuencia cardíaca puede triplicarse, el volumen sistólico puede duplicarse y el gasto cardíaca puede cuadruplicarse. Se debe tener en cuenta que el índice cardíaco de mayor "reserva" es el de la frecuencia cardíaca, por cuanto el volumen sistólico alcanza su valor máximo tempranamente y en lo sucesivo no varía significativamente.
Algo semejante ocurre con el gasto cardíaco que se observa en la siguiente imagen. Con frecuencias cardíacas relativamente bajas, de 110-120 pulsaciones por minuto, se logra la máxima expresión del volumen sistólico. Si se observa detenidamente, se puede percibir que el volumen sistólico aumenta progresivamente, hasta cuando el trabajo realizado provoca un consumo de oxígeno aproximadamente de 1 litro por minuto.
En ese momento, el volumen sistólico es de aproximadamente 110-110 mililitros de sangre. El consumo de oxígeno en condiciones de reposo en una persona de 70 kilos es de aproximadamente 0,245 litros de oxígeno por minuto. En lo sucesivo, el volumen sistólico permanece casi invariable, pese a que el esfuerzo sea cada vez mayor.
Por otro lado se puede observar que el gasto cardíaco aumenta progresivamente, lográndose su estabilización, cuando el esfuerzo demanda un consumo de oxígeno de aproximadamente 3,0 litros por minuto (aproximadamente 12 veces más oxígeno que el requerido en condiciones de reposo).
Lo anterior significa que el incremento progresivo del gasto cardíaco (de acuerdo a la imagen anterior, que se presenta cuando la frecuencia cardíaca es de aproximadamente 110-120 pulsaciones por minuto), ocurre a raíz de un ulterior de la frecuencia cardíaca.
También se puede observar que el gasto cardíaco también se estabiliza, pese a que el esfuerzo continúe en aumento progresivo. Dicha estabilización se presenta, de acuerdo a la imagen anterior, cuando el esfuerzo físico demanda una cantidad de oxígeno de 3 litros por minuto y la frecuencia cardíaca registre 150-160 pulsaciones por minuto.
Por encima de ésta frecuencia cardíaca comienza a romperse la relación lineal que se observa entre la magnitud del esfuerzo, el consumo de oxígeno y la frecuencia cardíaca. Resultaría muy extenuante realizar de una manera sostenida, movimientos de estructura cíclica con frecuencias cardíacas por encima de las 170 pulsaciones por minuto.
Al trabajar con frecuencias cardíacas tan altas, supone ingresar a la zona de transición aeróbica-anaeróbica, en la que el mecanismo anaeróbico lactacidémico, termina aportando la mayor cantidad de energía a utilizarse en la resíntesis de las moléculas de ATP.
En consecuencia, en estas condiciones también será alta la producción de ácido láctico. Cabe resaltar que en personas muy entrenadas, al aumentar mucho el ritmo cardíaco, es posible que aún puedan utilizar en gran medida los ácidos grasos como recurso energético, o sea que podrían quemar buenas cantidades de grasa corporal gracias a la mejora en su condición de entrenamiento.
En condiciones de ejercicio físico, el gasto cardíaco puede quintuplicarse, es decir llegar a ser de 25 litros por minuto, e incluso más en un deportista bien entrenado. Cabe aclarar que lo anterior no significa que en condiciones de ejercicio físico, el organismo contará con 20 litros de sangre adicional, en el caso de que el gasto cardíaco en condiciones de reposo sea de 5 litros por minuto.
Simplemente son los mismo 5 litros de sangre recorriendo el circuito o ciclo cardíaco en menor tiempo.
El gasto cardíaco es el producto de multiplicar otros dos índices de trabajo del corazón: la frecuencia cardíaca (heart rate) y el volumen sistólico (stroke volume). Este último tiene relación con la cantidad de sangre que el corazón bombea en cada sístole.
Como se podrá observar en el siguiente cuadro, en condiciones de ejercicio físico, la frecuencia cardíaca puede triplicarse, el volumen sistólico puede duplicarse y el gasto cardíaca puede cuadruplicarse. Se debe tener en cuenta que el índice cardíaco de mayor "reserva" es el de la frecuencia cardíaca, por cuanto el volumen sistólico alcanza su valor máximo tempranamente y en lo sucesivo no varía significativamente.
Algo semejante ocurre con el gasto cardíaco que se observa en la siguiente imagen. Con frecuencias cardíacas relativamente bajas, de 110-120 pulsaciones por minuto, se logra la máxima expresión del volumen sistólico. Si se observa detenidamente, se puede percibir que el volumen sistólico aumenta progresivamente, hasta cuando el trabajo realizado provoca un consumo de oxígeno aproximadamente de 1 litro por minuto.
En ese momento, el volumen sistólico es de aproximadamente 110-110 mililitros de sangre. El consumo de oxígeno en condiciones de reposo en una persona de 70 kilos es de aproximadamente 0,245 litros de oxígeno por minuto. En lo sucesivo, el volumen sistólico permanece casi invariable, pese a que el esfuerzo sea cada vez mayor.
Por otro lado se puede observar que el gasto cardíaco aumenta progresivamente, lográndose su estabilización, cuando el esfuerzo demanda un consumo de oxígeno de aproximadamente 3,0 litros por minuto (aproximadamente 12 veces más oxígeno que el requerido en condiciones de reposo).
Lo anterior significa que el incremento progresivo del gasto cardíaco (de acuerdo a la imagen anterior, que se presenta cuando la frecuencia cardíaca es de aproximadamente 110-120 pulsaciones por minuto), ocurre a raíz de un ulterior de la frecuencia cardíaca.
También se puede observar que el gasto cardíaco también se estabiliza, pese a que el esfuerzo continúe en aumento progresivo. Dicha estabilización se presenta, de acuerdo a la imagen anterior, cuando el esfuerzo físico demanda una cantidad de oxígeno de 3 litros por minuto y la frecuencia cardíaca registre 150-160 pulsaciones por minuto.
Por encima de ésta frecuencia cardíaca comienza a romperse la relación lineal que se observa entre la magnitud del esfuerzo, el consumo de oxígeno y la frecuencia cardíaca. Resultaría muy extenuante realizar de una manera sostenida, movimientos de estructura cíclica con frecuencias cardíacas por encima de las 170 pulsaciones por minuto.
Al trabajar con frecuencias cardíacas tan altas, supone ingresar a la zona de transición aeróbica-anaeróbica, en la que el mecanismo anaeróbico lactacidémico, termina aportando la mayor cantidad de energía a utilizarse en la resíntesis de las moléculas de ATP.
En consecuencia, en estas condiciones también será alta la producción de ácido láctico. Cabe resaltar que en personas muy entrenadas, al aumentar mucho el ritmo cardíaco, es posible que aún puedan utilizar en gran medida los ácidos grasos como recurso energético, o sea que podrían quemar buenas cantidades de grasa corporal gracias a la mejora en su condición de entrenamiento.